Joya de Cerén, Quelepa, Pirámides de San Andrés, Tazumal y Cihuatán son apenas cinco de los más de 2.000 sitios arqueológicos que dejaron los antiguos habitantes mayas, pipiles y lencas de la región. Muchos de los nombres aborígenes de estos lugares y de tantos pueblos del Salvador pueden parecerte imposibles de retener en la memoria, pero su existencia es una evocación constante a las raíces originarias.
San Andrés habría sido la principal ciudad del valle de Zapotitán, dominando incluso hasta el valle de las Hamacas. Además de las estructuras ya mencionadas, durante unas excavaciones realizadas en 1995 se descubrió un obraje de añil colonial que había quedado enterrado tras la erupción del volcán El Playón en el siglo XVII.
El centro ceremonial Joya de Cerén, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y ahora sabrás por qué: todas sus estructuras arquitectónicas y objetos de su gente quedaron perfectamente conservados desde el año 600 d.c. bajo la lava del volcán Loma Caldera. Toda la vida que se desarrollaba en este asentamiento quedó intacta y hoy es una muestra fidedigna de aquel pasado extinguido, y por eso se conoce como la ?Pompeya americana?.
Las ruinas de Tazumal, en la selva del departamento Santa Ana, son las más antiguas del territorio salvadoreño y un verdadero tesoro de lo que fue Cuzcatlán. Observarás milenarias e imponentes estructuras como la pirámide escalonada de 20 metros de altura, estadios donde se jugaba a la pelota, esculturas, 23 tumbas y un asombroso sistema de drenaje. Este sitio se ubica en Chalchuapa, donde además se levantan los sitios arqueológicos de Casa Blanca, Las Victorias, Pampe y Trapiche.
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